Marco Massoni Oyarzún "Oscuresencia(1) O Jirones De Una Polifonía Inmóvil"
"...El alma pide una limpieza,
lavar la noche oscura,
más oscura sin ella. ..."
Blues pp.26.
Bajo ciertas excepciones la lírica inmóvil pestañea su tiempo presente escribiendo en las esquinas rotas de las ventanas, por allí deja pasar un roce de aire mesurado, desde el cual se dilatan las pupilas para observar el mundo, entonces en la página las palabras posesas y poseídas se llevan a la boca del hablante, quien las contiene inflando sus mejillas para dejarlas escapar como oscuras moscas, tal vez por ello la imagen de la salida sea casi perfecta; y sea posible encontrar en el papel blanco el zumbido de estas palabras-moscas que van y vienen en aquello que ha comenzado a marchitarse.
El zumbido puede ser desgarrador; como si en vez de alas fueran las pinzas de cangrejos metafísicos que estuvieran triturando la agotada conciencia o bien, el zumbido es casi un jirón de ala de ángel que desenfrenado cae sobre la página como si esta fuera un charco y lo suyo una gota de sangre verdadera.
El zumbido también puede ser parte de un experimento que se remite a sí mismo a fin de obtener la oportunidad de durar, de permanecer en el buen zumbor que se guarda de sí y se coloca ante la época de modo irremisible, aunque a ratos no sea más que un zumbido automático en la verdad de lo que zumba, de allí que el experimento sea también una cacería de todo lo sentido en términos razonables, un zumbido que juega ante la muerte y que por lo mismo la da por descontada como si ya no le tuviera fe, y es que el experimento se ha transformado en ejercicio y comienza a reconocer lo musical de las alas que se baten a destiempo, y es en ese punto donde la presencia o carencia del espacio social se torna envolvente y de antemano se presenta como lo necesario en el lenguaje y desde el lenguaje, al tiempo que las paradojas baten alas, pero no necesariamente emprenden vuelo y ocupan su lugar en la ilusión del condenado a la escritura. Es por ello que gran parte de lo dicho se relaciona con el ámbito de lo vivido.
Del experimento al ejercicio, y del ejercicio al tono irregular de los zumbidos. Tal es la evolución que la música domeña sus propios versos posando allí el tintineo de las moscas, a las que nos les queda más que mirar de reojo y si ello es posible, entonces el lenguaje es capaz de acarrear las fisuras en los territorios ocultos y con ello trae un avance extraordinario, una especie de regresión hacia la homofonía de las alas que se baten formando tensiones armónicas, complementarias, las cuales a su vez imitan en la voz del hablante su trazado monódico que se reconoce ante sí en medio de su autoconstrucción y por lo mismo sospecha que las palabras-moscas ya no son elementos accesorios, tampoco pueden ser compensadas por el ruido de signos ripio al interior del verso. Estas palabras-moscas son algo más que recursos auditivos, son espacios miméticos que se despliegan ante los ojos del hablante aunque este las rehúse o intente aplastarlas con un manifiesto dadaísta. Nada de ello puede ya ocurrir en propiedad: el zumbido de la palabra ha superado sus propios medios y aunque el hablante quisiera mencionar ahora otros síntomas, debe reconocer su estar al borde, a un pie de la ceguera, su sorpresa ante la luz exhibe sus propios impulsos y aunque se agite o intente interrumpir en hechizo alado de lo no dicho, se despliega en el espacio blanco su propia polifonía.
Santiago de Chile, Agosto 2006.
(1) Massoni Oyarzún, Marco Oscurescencia Editorial Trompe Temuco, Chile. 2005.